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I
NUESTRO TIEMPO
La vida es un espacio preciado de nuestra existencia; la vida misma es nuestra misión: nacemos del amor para ofrecer amor. Nuestra vida está hecha de momentos que llegan para ser vividos, disfrutados, asimilados o superados; los tiempos de Dios siempre tienen un propósito que muchas veces no entendemos. Podemos vivir bendiciones y gozo, pero también pruebas y sufrimiento; sin embargo, todo es provechoso para nuestro espíritu.
Dios nos regala lo más valioso en esta vida: tiempo… y todo cuenta cuando el tiempo es preparación.
II
NUESTRA FE
Puede haber momentos de desesperación y dolor que ponen a prueba nuestra fe. En esas tribulaciones habrá momentos que perdamos la fe en nosotros mismos, y hasta cierto punto es normal, somos humanos, pero lo que nunca debemos hacer es perder nuestra confianza en Dios, nuestra fe en Él nos dará la fortaleza necesaria para levantarnos y seguir adelante. Dios es el mejor compañero de viaje en los caminos de bien. Hay que tomar en los momentos más difíciles de nuestra vida la máxima enseñanza de Jesús: la encomendación a Dios Padre.
III
NUESTRA ACCIÓN
La vida misma es el adiestramiento de Dios para iluminarnos el alma. No hay que olvidar nunca nuestra misión, una buena manera de lograrlo es hacernos una pregunta que yo en lo particular me cuestiono muy frecuentemente:
¿Qué haría Jesús en mi lugar?... siempre recibiremos la respuesta correcta.
IV
NUESTRA CONEXIÓN
Los momentos de oración nos regalan momentos de intimidad con Dios Padre, es algo a lo que pienso debemos de acudir diariamente, en lo personal mi momento es por las noches justo antes de dormir, rezo oraciones pero también suelo hablar y agradecer a Jesús, a la Virgen María y a mis Ángeles… siempre ha sido parte de mi formación como creyente, además de que he tenido momentos de soledad y de crisis que me enseñaron que no estoy solo… que no estamos solos. Depende de nosotros tomar la mano que nos brinda nuestro Dios Padre.
V
NUESTRO ENCUENTRO
El destino es Dios; el camino es nuestro.
Podemos llevar toda una vida lejos del bien, sin encontrar ni ser una luz en el camino, perdidos entre todas las cosas materiales que poseemos, sin saber que son ellas quienes nos poseen. Aun así, el momento más ordinario es capaz de brindarnos la enseñanza anhelada y ponernos en el camino del bien, es cuando debemos abrir nuestro corazón y entregarnos por completo a Dios Padre, con todo nuestro ser y lo que se encuentre a nuestro alcance para brindar nuestra mano al prójimo. El mundo será un mejor lugar para vivir cuando hayamos encontrado a Dios y le demos significado a nuestras vidas. En ese momento, Dios será nuestro complemento y se desbordará nuestra plenitud.
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Rubén III
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